Conversión: Un Llamado a Mirar hacia Adentro
La conversión interior es el camino que Jesús nos propone para transformar nuestras vidas y proyectar su presencia. A través de las enseñanzas del Evangelio, descubrimos la importancia de mirar hacia adentro y dejar de culpar a los demás.
FE Y RAZÓN
Juan Antonio De Luna Chávez
3/2/20253 min read
En este Domingo VIII del Tiempo Ordinario, la Palabra de Dios nos invita a renovar nuestro espíritu de conversión. Como dice la carta a los Hebreos: "La palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que una espada de dos filos; penetra hasta dividir el alma y el espíritu, y descubre los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebreos 4:12). Este pasaje nos recuerda que Dios conoce nuestras intenciones más profundas y nos llama a trabajar en nuestro interior.
El Evangelio de hoy nos desafía a dejar de enfocarnos en los demás y comenzar por nosotros mismos. Jesús nos dice: "¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no adviertes la viga que está en el tuyo?" (Lucas 6:41). Esta enseñanza nos invita a reflexionar sobre nuestras propias actitudes antes de criticar a los demás.
El Espejo del Corazón: Lo que Proyectamos al Mundo
El Eclesiástico nos ofrece una imagen poderosa: así como un tamiz separa las piedras grandes de las pequeñas, las situaciones difíciles revelan la verdadera calidad de una persona. En momentos de tensión, nuestras palabras y acciones reflejan lo que llevamos dentro.
¿Qué estamos proyectando al mundo? ¿Amargura, frustración o, por el contrario, alegría y serenidad? Como dice el Evangelio, "de la abundancia del corazón habla la boca" (Lucas 6:45). Nuestras palabras y acciones son un reflejo de nuestro interior, y hoy Jesús nos llama a purificar nuestro corazón para proyectar su presencia.
Las Propuestas del Mundo vs. La Propuesta de Jesús
El mundo ofrece innumerables soluciones externas para resolver nuestros problemas: amarres, desamarres, rituales y supersticiones. Estas propuestas prometen éxito, amor y felicidad, pero se quedan en lo superficial. Jesús, en cambio, nos invita a comenzar por nuestro interior: "Primero arregla tu vida, y luego podrás ayudar a los demás".
Esta enseñanza es clara: no podemos cambiar a los demás si no estamos dispuestos a cambiar nosotros mismos. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "La conversión es una tarea que dura toda la vida" (CIC 1427). No se trata de alcanzar la perfección, sino de avanzar en el camino de la santidad.
El Peligro de Criticar y Justificarnos
Es fácil caer en la tentación de criticar a los demás y justificar nuestros propios errores. Sabemos todo sobre la vida de los otros, pero nos cuesta enfrentar nuestras propias debilidades. Jesús nos advierte: "El discípulo no es más que su maestro" (Lucas 6:40). Si nos consideramos maestros de las vidas ajenas, debemos ser capaces de vivir lo que predicamos.
En la confesión, por ejemplo, muchas veces justificamos nuestros pecados: "Me enojé porque mi esposo me gritó" o "Falté a misa porque estaba cansado". Sin embargo, la verdadera conversión comienza cuando asumimos nuestra responsabilidad sin excusas. Como dice San Agustín: "Dios no nos pide que seamos perfectos, sino que seamos sinceros".
El Cambio Comienza en Ti
Jesús nos invita a dejar de culpar a los demás por nuestra infelicidad. "Es que mi esposo no cambia", "Es que mis hijos no entienden", "Es que mi suegra es difícil". Estas frases reflejan una actitud evasiva que nos impide crecer. La propuesta del Evangelio es clara: "Primero cambia tú, y luego verás cómo todo a tu alrededor comienza a transformarse".
Este cambio no es fácil. Requiere valentía para enfrentar nuestras sombras y humildad para reconocer nuestras faltas. Como dice el Papa Francisco: "La conversión es un proceso que nos lleva a mirarnos con sinceridad y a abrir nuestro corazón a la misericordia de Dios".
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