Corona de Adviento: Consideraciones y normas litúrgicas

Este es el significado de la Corona de Adviento y cómo prepararla, de acuerdo a lo que la Iglesia pide para conservar su sentido. Aquí también los errores más comunes.

FE Y RAZÓN

Pbro. Juan Antonio de Luna Chávez

11/25/20246 min read

La corona de Adviento es un elemento que se ha introducido en la Iglesia con la finalidad de favorecer la preparación espiritual de los cristianos para la celebración de la Natividad del Señor. Como tal, es un signo austero que, desafortunadamente, por la influencia de la mercadotecnia o de una carente formación litúrgica, se le han añadido elementos que contradicen su sentido original.

Respecto a la espiritualidad del Adviento, no podemos tomar tan a la ligera la intención de la Iglesia, quien como Madre y Maestra nos invita a prepararnos convenientemente. Es necesario considerar que:

“La liturgia del Adviento ha desarrollado una auténtica espiritualidad litúrgica, centrada en la Venida del Señor en la carne; Adviento del Señor al final de los tiempos y la constante presencia del Señor en su Iglesia y en el corazón de los fieles que lo acogen con amor. [...] Velar en la espera de Cristo es un sentimiento que se asemeja a la espera de un amigo” (El año litúrgico, Memorial de Cristo y mistagogía de la Iglesia, p. 74-75).

Pasar por alto el sentido de este tiempo nos llevaría a reducir la pedagogía de los signos para acomodarlos a una moda o a tendencias meramente estéticas, que nada tiene que ver con una auténtica catequesis. Con la finalidad de evitar esto, analicemos un poco los documentos de la Iglesia que nos ilustran sobre la manera de preparar adecuadamente todo lo necesario para que dé mayor fruto la vivencia de este tiempo.

Sobre la manera de preparar la corona de Adviento, el Bendicional nos dice:

1.- Es una “corona”

“La ‘Corona de Adviento’ o ‘Corona de las luces de Adviento’ es un signo que expresa la alegría del tiempo de preparación a la Navidad. Por medio de la bendición de la corona se subraya su significado religioso” (Bendicional, n. 1235).

En relación con esto, se entiende que su forma debe ser redonda, puesto que se hace referencia que esa es la noción del término “corona”. Actualmente, hay una tendencia a variar su presentación –tal vez con la intención de más creatividad– en la que se presentan las velas con otro acomodo, como puede ser a desnivel, o en coronas aisladas.

Para la liturgia la forma circular siempre ha tenido gran simbología, ya que es una manera de representar los atributos divinos, como lo es la perfección, el amor, etc (Cfr. “El año litúrgico. Memorial de Cristo y mistagogía de la Iglesia”, Biblioteca litúrgica, Barcelona, 2013, p. 74-75).

Y el Adviento es la esperanza de algo divino: el Señor. Por lo que su forma siempre debe ser redonda.

2.- Únicamente “cuatro” cirios

En la corona de Adviento únicamente se colocan cuatro cirios, como se puede leer en el Bendicional:

“El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona muestra la ascensión gradual hacia la plenitud de la luz de la Navidad” (Bendicional, n. 1236).

También en el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia leemos:

La colocación de cuatro cirios sobre una corona de ramos verdes [...] la corona de Adviento, cuyas cuatro luces se encienden progresivamente, domingo tras domingo hasta la solemnidad de Navidad” (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, n. 98).

Hay una costumbre de colocar “cinco cirios” añadiendo una vela blanca para indicar que la espera ha terminado, o bien para simbolizar con ella la presencia del Niño Jesús. Este símbolo, aunque es bien intencionado, no es correcto. Baste recordar que litúrgicamente el único cirio que cumple la función de representar a Cristo es el cirio pascual, signo que no debe ir en la corona de Adviento.

En razón de lo anterior, no es necesario colocar la vela blanca, ya que el tiempo de Adviento termina con la celebración de la Navidad y la corona tiene como única finalidad el sentido de “preparación”.

El símbolo de que la espera ha terminado no es encender una vela más. En la celebración litúrgica de la Vigilia de Navidad este signo lo cumple la imagen del Niño Jesús, misma que según la costumbre puede ser entronizada de manera solemne y, al final de la misa, se puede besar:

“Al final de la celebración podrá tener lugar el beso de la imagen del Niño Jesús por parte de los fieles, y la colocación de la misma en el nacimiento que se haya puesto en la iglesia o en algún lugar cercano.”

El canto de la “Kalenda o pregón de Navidad” y el canto del “himno del Gloria” también son elementos propuestos por la misma liturgia, y son los más propios y cumplen de manera más ilustrativa que la espera ha concluido.

3.- Debe ser de follaje natural, no artificial

La corona de Adviento es, pues, un símbolo de la esperanza de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte. Porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre por nosotros, y con su muerte nos ha dado la verdadera vida” (Bendicional, n. 1237).

Esperamos en este tiempo al que es la vida; esta razón es más que suficiente para entender que la corona de Adviento nunca debe ser de escarcha artificial. Esto vendría a ser un contrasentido, debido a que ningún signo litúrgico debe ser artificial y menos aquel con el que nos preparamos a recibir al que es la vida (Jn 14,6):

“Es el autor de nuestro nacimiento a la vida” (Oración postcomunión de la misa del día de la Solemnidad de la Natividad del Señor).

En la misma oración de bendición de la corona encontramos:

“Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona con ramos del bosque” (Bendicional, n. 1240 y 1242).

Lo mismo dice la monición introductoria que precede a la oración de bendición:

“Su color verde significa la vida y la esperanza” (Bendicional, n. 1241).

4.- No lleva adornos ni luces navideñas

Hay que distinguir que son dos tiempos distintos, el Adviento y la Navidad. Adviento no es Navidad, como la Cuaresma no es la Pascua, es decir, la preparación no es anticipo del momento esperado. Este principio aplica a la corona, que como su nombre lo dice, es una corona de Adviento, no una corona de Navidad.

Una corona de Adviento, con motivo de la austeridad a la que nos invita la espiritualidad de este tiempo, no lleva ningún adorno. La misma austeridad también es un signo. Una corona de Navidad, por el contrario, es la que con toda propiedad lleva adornos, esferas, nochebuenas, luces, etc., porque su finalidad no es preparatoria, sino eminentemente festiva.

Al no tener esto en cuenta, es fácil pretender hacer pasar como corona de Adviento una corona de Navidad con los cirios de Adviento.

El sentido de las luces nos lo dice muy claro el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia:

“La corona de Adviento, cuyas cuatro luces se encienden progresivamente [...] es memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo y símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del sol de justicia” (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, n. 98).

Así queda claro que el sentido de la iluminación es “progresivo”, cuya única luz es la de los mismos cirios. Razón por la cual no hay necesidad de agregar luces adicionales.

6.- La corona de Adviento no debe estar durante el tiempo de Navidad

Existe la costumbre de dejar durante el tiempo de Navidad la corona de Adviento encendida, añadiendo una vela blanca, tratando de indicar con esto que la espera terminó. En las Normas Universales sobre el Año Litúrgico se dice:

“El tiempo de Adviento comienza con las primeras vísperas del domingo que coincide con el 30 de noviembre o que es el más próximo a este día y finaliza antes de las primeras vísperas de Navidad” (Normas Universales sobre el Año Litúrgico, n. 40).

El mismo principio se aplica también a la corona de Adviento: el signo de Adviento (la corona) concluye con el tiempo de Navidad.

Sobre los colores de las velas

El uso de colores en las velas no está estrictamente legislado. Sin embargo, es costumbre emplear los colores litúrgicos del Adviento: tres velas moradas y una rosa. El morado representa la preparación y el arrepentimiento, mientras que el rosa se enciende el tercer domingo de Adviento (Domingo de Gaudete) para simbolizar la alegría.

Algunas tradiciones locales, como en Roma o la Basílica de Guadalupe, usan todas las velas blancas o combinaciones entre velas blancas y una rosa, pero lo esencial es respetar el simbolismo espiritual, así como la sobriedad y simpleza que exige la liturgia en este tiempo de preparación a la Navidad.

Hasta aquí este sencillo análisis de los elementos principales de la corona de Adviento, que estos signos nos ayuden a preparar adecuadamente la llegada del Señor.