¿Cuál es el sentido de la verdadera Religión?
A Dios, ¿se le cumple o se le ama? Si no hay amor, vas a padecer una misa. Si no hay amor, te quedarás en el cumplimiento.
HOMILÍAS


Hoy en día existen diferentes concepciones, muchas de ellas falsas, de lo que es la religión. Desde las personas que dicen: “Dios sí, pero la Iglesia no” o “Creo en Jesús y en la Virgen, pero no voy a misa”, hasta aquellas que creen que a Dios “hay que cumplirle” y que basta con que “no lo hagas enojar”.
Debemos entender que la palabra “religión” significa “volver a unir”. Y en este sentido, los medios que Dios ha dado –a través de la Iglesia– son para unirnos a él. Pero unirnos como Él quiere que lo hagamos. No como nosotros creemos, o como nos gustaría que fuera.
Ahí están los sacramentos. En el Bautismo, nos unimos a Dios Padre como hijos suyos. En la Confirmación nos unimos al Espíritu Santo a través de sus 7 dones. En la Eucaristía nos unimos a Jesús en su cuerpo y su sangre. Con el sacramento de la unción, nos unimos a Cristo doloroso en la cruz. Con el sacramento de la reconciliación se reconstruye la unión con Dios (la gracia) que se perdió con el pecado. El matrimonio, los esposos unen sus vidas con la de Dios a través de la Gracia. Y en el sacramento del orden, Cristo comparte su sacerdocio con los hombres para unirse con su pueblo.
Asimismo, cada uno de los actos de piedad tiene la misma misión: Unirnos con Dios. Así se entiende el término de una “religión católica”. Que a través de los actos te unas a Dios. Por ejemplo, la asistencia a la santa misa: De nada sirve que yo venga a misa si no se da el encuentro con Cristo, ¿de qué le sirve a Dios que vengas a calentar la banca una hora? Hay personas que no saben, ni siquiera de qué trató ninguna de las lecturas o la homilía pero “ya fueron a misa”. Mejor no te hagas tonto.
Eso es de lo que habla la segunda lectura, “A Dios no se le cumple”. Y a veces, ahí patinamos muchos de los católicos. Porque en ese sentido, la unión con Dios redunda en tu propio bien, ya que a Él no le falta nada. A Dios ni le va, ni le viene, si vas a misa o no. Lo que redunda en la gloria de Dios es que tú te unas a él. Que lo encuentres en su Palabra, lo comas en la Eucaristía, que lo veas en tu comunidad, etc.
Y a veces, seguimos sin entender esa parte. Vas a misa, llegas tarde, te quedas afuera con el celular, platicando… pero “estás en misa”. Pues te haces tonto, porque a Dios no se le cumple. A Dios se le ama. Es una gran diferencia.
Decía un santo “es más fácil obedecer cuando amas al que obedeces”. Dice la segunda lectura que la verdadera religión consiste en el cumplimiento de los mandamientos, sobre todo el de la caridad, o sea, el del amor. Por eso, lo más importante es que ames; primero a Dios, luego a ti mismo, para que ames a los demás.
Si no hay amor, vas a padecer una misa. Si no hay amor, te quedarás en el cumplimiento: “Ahí está tu misa, ya lo hice”. ¿Cuántas misas habremos perdido creyendo que cumplimos, cuando en realidad no nos sirve de nada?
Por eso, es lo que Jesús quiere prevenirnos en el Evangelio. De no caer en el fariseísmo, que es pensar que sólo con actos externos estoy cumpliendo, o que por actos externos sin conciencia ya me libré del precepto.
Algún sacerdote decía que las misas más bonitas son las de entre semana, porque esos días va al templo la gente que de verdad busca con sinceridad a Dios. Porque entre semana viene a misa el que quiere. No el que viene obligado por un precepto. Y es cierto. En esta parroquia es que, en las tres misas que se celebran entre semana, es que el templo está casi lleno. Son personas que casi siempre comulgan y vienen por devoción, por amor. Expresan: “Quiero estar con Dios porque lo quiero, porque lo amo, porque lo necesito; no porque me obligaron a venir”. Y eso habla de otro nivel de vida espiritual.
El Evangelio de hoy lo señala. Dios ve el corazón, no lo externo. De qué me sirve estar externamente, si no quiero encontrarme con Cristo internamente, si no quiero cambiar el corazón. Jesús enumera 13 vicios, todas esas cosas que son las que manchan al hombre, son las que si nos aferramos y no luchamos contra ellas, nos impiden un amor sincero a Dios. Nos impiden unirnos a Él.
Pidámosle eso al Señor, que nos conceda lo dijimos en la oración colecta. Que haga más religiosa nuestra vida en ese sentido. Que busquemos siempre la unión con él. Que cada vez que vengamos a misa, vayamos contentos porque encontramos al Señor. Porque palpamos su misericordia. Porque nos fuimos alimentados y fortalecidos con su Cuerpo, su Sangre y su Palabra. Porque nos vamos con un compromiso de seguir trabajando nuestra conversión.
Eso es la verdadera religión, lo que Dios quiere: el corazón. No lo externo. Que el Señor nos ayude a vivir nuestra fe para unirnos cada vez más a él.