Halloween vs Día de Todos los Santos
¿Por qué vestirnos de brujas, demonios o monstruos? Mejor, vestinos como santos, ese sí es el ideal cristiano. Debemos querer ser santos; no brujas o monstruos.
FE Y RAZÓN


A medida que se acerca el final de octubre, tres festividades capturan la atención mundial: Halloween, Día de los Fieles Difuntos y Día de Muertos. Aunque parecen similares al centrarse en la muerte, es importante que, como católicos, reconozcamos sus diferencias y significados, ya que no todas estas celebraciones tienen un trasfondo inocente o alegre.
"Tenemos que tener en cuenta, que como cristianos, no celebramos la muerte, sino la vida [...] Por eso es que tanto el 31 de octubre como el 2 de noviembre, encuentran su sentido en Cristo Resucitado", compartió el p. Juan Antonio Ramírez.
Halloween, la fiesta del demonio
Para entender esta “fiesta” celebrada el 31 de octubre, es importante tener en cuenta que se compone de tres fases: la pagana, la cristiana y la neopagana.
Fase Pagana
El 31 de octubre, los druidas (sacerdotes de la antigua Europa Céltica) celebraban el “samhain”, una festividad dedicada al “dios de la muerte” a través de rituales y sacrificios, incluyendo a niños y jóvenes vírgenes.
Esta noche era considerada por los druidas como una “noche mágica”, en la cual, más que en cualquier otro día, podían tener contacto directo con los muertos y los espíritus, a quienes solicitaban favores como garantizar buenas cosechas y proteger a la comunidad.
Ante la expectativa de que estos espíritus vendrían a visitarlos, los druidas se disfrazaban de fantasmas, usando atuendos de paja o del género opuesto para intentar confundir a los espíritus y hacerles creer que eran parte de su mundo.
Esta celebración pagana celta representa una clara inmersión en lo idolátrico y siniestro, y es el origen de la tradición oscura del Halloween.
Fase Cristiana
Cuando los cristianos llegaron a las comunidades paganas que celebraban el Samhain, decidieron combatir estas prácticas, estableciendo el 31 de octubre como la Víspera de Todos los Santos. Esta celebración cristiana buscaba que las personas se prepararan y reflexionaran para honrar a todos los santos y mártires el primero de noviembre.
Fase Neopagana
La fase neopagana corresponde a la actualidad, en la que la creciente descristianización de la sociedad ha llevado a un retorno a antiguas costumbres y creencias paganas y ocultistas, volviendo a los disfraces y exaltando lo feo, lo terrorífico y lo demoníaco.
“Podríamos decir, ‘¿Qué tiene de malo el Halloween? No hay que exagerar’. Cuidado con eso porque el demonio es el padre de la mentira. Como católicos no podemos participar ni promoverlo, sobre todo con los niños.
Papás, no favorezcan este tipo de prácticas. No los vistan de brujas, de monstruos, etc. Porque el demonio busca las almas de los niños. Ni se imaginan las consecuencias que esto trae. Mejor vístalos de santos, ese sí es el ideal cristiano. El niño, y todos nosotros, debemos querer ser santos; no brujas o monstruos”, dice el vicario de nuestra parroquia.
Entonces, ¿los católicos deben celebrar el Halloween? No. El Halloween tiene sus raíces en el paganismo y lo diabólico. Además, vale la pena destacar las declaraciones de algunos satanistas respecto a esta “festividad” y su interpretación de esta celebración:
“Hay tres días importantes para todo satanista, y el más importante de todos es Halloween.” - Anton LaVey, fundador de la Iglesia de Satán.
“Si los padres supieran lo que es realmente Halloween, jamás hablarían de él a sus hijos.” - Doreen Irving, ex bruja.
“Halloween es como si se celebrara el cumpleaños del diablo.” - Cristina Kneer, ex satánica.


Día de Todos los Santos, la misión de los cristianos
Para los católicos, el 31 de octubre es una oportunidad de preparación para la festividad del Día de Todos los Santos el 1 de noviembre. Esta solemnidad, establecida oficialmente en el siglo IX, conmemora a los santos conocidos y desconocidos que han alcanzado la gloria de Dios. La Iglesia celebra su intercesión y ejemplo de vida virtuosa, invitando a los fieles a unirse en oración y a pedir la guía de estos modelos de fe.
El Papa Francisco, en su homilía en la víspera de la solemnidad de Todos los Santos, resaltó la importancia de esta celebración con palabras llenas de significado:
"Hoy celebramos en toda la Iglesia la solemnidad de todos los santos. Recordamos no sólo a aquellos que han sido proclamados santos a lo largo de la historia, sino también a tantos hermanos nuestros que han vivido su vida cristiana en la plenitud de la fe y el amor, en medio de una existencia sencilla y oculta.
Seguramente entre ellos, hay muchos de nuestros familiares, amigos y conocidos. Celebramos, por tanto, la fiesta de la santidad. Esa santidad que, tal vez, no se manifiesta en grandes obras o en sucesos extraordinarios, sino la que sabe vivir fielmente, y día a día, las exigencias del bautismo".
En su capítulo V, Lumen Gentium explica que la santidad es una invitación abierta a todos los fieles, ya que representa el amor verdadero y pleno que cada corazón humano anhela. Este amor, descrito como la “plenitud del gran amor verdadero” que solo Cristo ofrece, es el don más grande del Espíritu Santo y la esencia misma de la santidad. Según el Concilio, el llamado a la santidad es cercano y practicable, y este ideal se vive en la práctica cotidiana, desde el matrimonio y la familia hasta el trabajo y la sociedad civil.
María: Modelo de Santidad para Todos
La Virgen María es presentada en el Concilio como el modelo más elevado de santidad. Representa la perfección de la caridad y la respuesta más completa a la fe, ya que su vida sin pecado refleja el cumplimiento absoluto del amor divino. En su papel en la historia de la salvación, María atrae a los fieles hacia su Hijo y hacia el amor del Padre, iluminando el camino de la Iglesia y ofreciendo un modelo universal para la santidad.
La santidad no es solo para aquellos que alcanzan reconocimiento y fama por sus actos heroicos, sino que también pertenece a quienes viven en el anonimato, en la cotidianeidad y la humildad. Esta santidad se manifiesta en la fidelidad a las enseñanzas del Evangelio y en el cumplimiento de las responsabilidades de cada día, sin necesidad de gestos espectaculares o visibles para el mundo.

