Hora Santa de Corpus Christi 2025

Únete a la adoración a Jesús Sacramentado en este día que celebramos el amor infinito de quien se quizo quedar con nosotros.

FE Y RAZÓN

MESC

6/19/20259 min read

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Canto de Inicio

Invocación Inicial

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

Proclamamos todos juntos

HIMNO

Publica, lengua, y canta
el misterio del cuerpo glorioso
y de la sangre santa
que dio por mi reposo
el fruto de aquel vientre generoso.

A todos nos fue dado,
de la Virgen purísima María
por todos engendrado;
y mientras acá vivía
su celestial doctrina esparcía.

De allí en nueva manera
dio fin maravilloso a su jornada
la noche ya postrera,
la noche deseada,
estando ya la cena aparejada.

Convida a sus hermanos,
y, cumplida la sombra y ley primero,
con sus sagradas manos
por el legal cordero
les da a comer su cuerpo verdadero.

Aquella criadora
Palabra, con palabra, sin mudarse,
lo que era pan ágora
en carne hace tornarse
y el vino en propia sangre trastornarse.

Y puesto que el grosero
sentido se acobarda y desfallece,
el corazón insano
por eso no enflaquece,
porque la fe le anima y favorece.

Honremos pues, echados
por tierra, tan divino sacramento,
y queden desechados,
pues vino el cumplimiento,
los ritos del antiguo Testamento.

Y si el sentido queda
pasmado de tan alta y nueva cosa,
lo que él no puede pueda,
ose lo que él no osa,
la fe determinada y animosa.

¡Gloria al Omnipotente,
y al gran Engendrador y al Engendrado,
y al inefablemente
de entrambos inspirado
igual loor, igual honor sea dado!
Amén.

MONICIÓN

En su origen el salmo 109 fue un oráculo dirigido a un rey de Judá en el día de su consagración real. Una gran fiesta ha congregado en el palacio al rey electo y al pueblo; todo está dispuesto ya para la consagración del que ha de ser el Ungido del Señor. Pero, en medio de tanta fiesta, no todo es optimismo: Israel está rodeado de poderosos enemigos, más fuertes, sin duda, que el minúsculo reino de David.

¿Cuál será, pues, la suerte del nuevo rey que está a punto de ser consagrado? Un oráculo divino viene a dar la respuesta, tranquilizando al rey y a su pueblo: Oráculo del Señor (Dios) a mi Señor (el rey): «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies. No temas, pues, oh rey: en este día y entre los esplendores sagrados de esta solemne liturgia de consagración, yo mismo te engendro como cabeza, rey y sacerdote de mí pueblo. Desde este día de tu nacimiento como rey, eres príncipe. El Señor extenderá tu poder desde tu palacio de Sión: someterás en la batalla a tus enemigos y, si, persiguiendo o perseguido por tus enemigos, apenas puedes en tu camino beber del torrente, levantarás al fin la cabeza y conducirás a tu pueblo victorioso al triunfo de la resurrección.»

Por su tono de victoria y por la descripción que en este texto se hace de la unción del rey de Israel, este salmo ha venido a ser para los cristianos, ya desde el tiempo de los apóstoles, el salmo mesiánico por excelencia; el propio Cristo se lo aplicó a sí mismo (Mt 22, 44); los apóstoles se sirvieron de él para proclamar la victoria de la resurrección (Hch 2, 34-35; Rm 8, 34; etcétera); el autor de la carta a los Hebreos se sirve del mismo para probar la superioridad del sacerdocio de Cristo frente al del antiguo Testamento.

A nosotros este salmo, situado al final del jueves, nos invita a contemplar el triunfo del Resucitado y a acrecentar nuestra esperanza de que también la Iglesia, cuerpo de Cristo, participará un día de su misma gloria, por muchas que sean las dificultades y los enemigos presentes. Como el antiguo Israel, al que literalmente se refiere el salmo, como Cristo en los días de su vida, la Iglesia tiene poderosos enemigos que podrían darle sobrados motivos de temor; pero la misma Iglesia escucha un oráculo del Señor: «Haré de tus enemigos —la muerte, el dolor, el pecado— estrado de tus pies.» «Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos —que hoy, como cada domingo, celebramos—, Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva» (1P 1, 3). Que la contemplación de la antigua promesa de Dios al rey de Judá, realizada en la resurrección de Cristo, tal como nos la hace contemplar este salmo, intensifique nuestra oración cristiana de acción de gracias en este domingo.

Ant. 1. Cristo, el Señor, sacerdote eterno según el rito de Melquisedec, ofreció pan y vino.

SALMODIA

Salmo 109, 1-5. 7

Der. Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».

Izq. Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

Der. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».

Izq. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec».

Der. El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

Izq. En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Como era en e
l principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cristo, el Señor, sacerdote eterno según el rito de Melquisedec, ofreció pan y vino.

*DE PIE

ORACIÓN

Literalmente, el salmo 15 es la plegaria de un justo que vive rodeado de paganos, que sirven a otros dioses, y de israelitas, que, cediendo ante la tentación de la cultura superior del pueblo que les rodea, mezclan el culto al Dios verdadero con los cultos idolátricos. Todos ellos multiplican las estatuas de dioses extraños; el autor de nuestro salmo, en cambio, quiere permanecer total y únicamente fiel al Dios verdadero: Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen, no derramaré sus libaciones con mis manos.

Ya en este sentido original, nuestro salmo es una oración muy apropiada para quienes, en el bautismo, hemos renunciado a todo para servir al único Dios verdadero y, en muchas ocasiones, hemos renovado nuestro compromiso bautismal. También es una oración muy propia para los que, en la profesión religiosa, han dicho a Dios: El Señor es el lote de mi heredad y mi copa.

Pero el salmo 15, sobre todo colocado como canto de inauguración del domingo en estas I Vísperas del día de la resurrección, nos evoca de una manera muy intensa, como lo indica ya san Pedro el día de Pentecostés (cf. Hch 2, 25-28), el recuerdo de Jesús, él plenamente fiel al Padre, él que no siguió dioses extraños ni cedió cuando se trataba del amor al Padre. Por eso, el Padre no dejó a su fiel conocer la corrupción del sepulcro, sino que le enseñó el sendero de la vida y le sació de gozo en su presencia. Que este salmo, pues, nos afiance en nuestra fidelidad bautismal ante cualquier tentación, y, en este jueves, nos recuerde a Jesús resucitado de entre los muertos, dándonos la esperanza de que también nosotros, como él, seamos saciados de gozo en la presencia de Dios. Que, con esta esperanza, nuestra carne descanse serena.

Si no es posible cantar la antífona propia, este salmo se puede acompañar cantando alguna antífona que exprese la confianza, por ejemplo: «El Señor es mi fuerza» (MD 647) o bien «Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti» (MD 736).

Ant. 2. Alzaré la copa de la salvación y te ofreceré un sacrificio de alabanza.

SALMODIA

Salmo 115

Der. Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!».
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos».

Izq. ¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Der. Vale mucho a los ojos del Señor
la vida de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Izq. Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

Ant. Alzaré la copa de la salvación y te ofreceré un sacrificio de alabanza.

Ant. 3. Señor, tú eres el camino, tú eres la verdad, tú eres la vida del mundo.

Cántico. Cf. Ap 19, 1-2. 5-7

(Todos juntos)

Aleluya.

La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
(R. Aleluya).
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(R. Aleluya).
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya).
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
(R. Aleluya).
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (alel
uya).

Ant. Señor, tú eres el camino, tú eres la verdad, tú eres la vida del mundo.

*SENTADOS

Lectura breve. 1 Co 11, 23-25

Yo recibí del Señor lo que, a mi vez, os he trasmitido: que Jesús, el Señor, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de pronunciar la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Éste es mi cuerpo, que se da por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Cada vez que la bebáis hacedlo en memoria mía».

RESPONSORIO BREVE

V. Les ha dado pan del cielo. Aleluya, aleluya.
R. Les ha dado pan del cielo. Aleluya, aleluya.

V. El hombre ha comido pan de ángeles.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Les ha dado pan del cielo. Aleluya, aleluya

Ant. ¡Oh sagrado banquete en que Cristo se da como alimento! En él se renueva la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO
DE PIE

Cántico de la Santísima Virgen María. Lc 1, 46-55.


(Todos juntos)
(Nos Santiguamos al iniciar el Cántico).

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¡Oh sagrado banquete en que Cristo se da como alimento! En él se renueva la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria. Aleluya.

Preces

V. Acudamos a Cristo, que invita a todos a su Cena y en ella entrega su cuerpo y su sangre para la vida del mundo; digámosle:

R. Cristo, pan bajado del cielo, danos la vida eterna.

V. Cristo, Hijo de Dios vivo, que nos mandaste celebrar la eucaristía como memorial tuyo,

R. enriquece a tu Iglesia con la celebración de tus misterios.

V. Cristo, Señor nuestro, sacerdote único del Dios altísimo, que has querido que tus ministros te representaran en la cena eucarística,

R. Haz que los que presiden nuestras asambleas imiten en su manera de vivir lo que celebran en el sacramento.

V. Cristo, maná bajado del cielo, que haces un solo cuerpo de cuantos participan de un mismo pan,

R. aumenta la unidad y la concordia entre los que creen en ti.

V. Cristo Jesús, médico enviado por el Padre, que por el pan de la eucaristía nos das el remedio de la inmortalidad y el germen de la resurrección,

R. da salud a los enfermos y esperanza a los pecadores.

(Se pueden añadir algunas intenciones libres)

V. Cristo Señor, rey al que esperamos, tú que nos mandaste celebrar la eucaristía para anunciar tu muerte y pedir tu retorno,

R. haz participar en tu resurrección a los que han muerto estando en tu amor.

Pidamos al Padre, como Cristo nos enseñó, nuestro pan de cada día:

Padre nuestro.

(Cantemos)

Oración final

Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas.

Conclusión

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén

CANTICO DE MARÍA (A. Mejía)

MI ALMA GLORIFICA AL SEÑOR, MI DIOS,
GÓZASE MI ESPÍRITU EN MI SALVADOR.
ÉL ES MI ALEGRÍA, ES MI PLENITUD,
ÉL ES TODO PARA MÍ.

Ha mirado la bajeza de su sierva,
muy dichosa me dirán todos los pueblos,
porque en mí ha hecho grandes maravillas
el que todo puede, cuyo nombre es: Santo.

Su clemencia se derrama por los siglos
sobre aquellos que le temen y le aman;
desplegó el gran poder de su derecha,
dispersó a los que piensan que son algo.

Derribó a los potentados de sus tronos
y ensalzó a los humildes y a los pobres.
Los hambrientos se saciaron de sus bienes
y alejó de sí vacíos a los ricos.

Acogió a Israel, su humilde siervo,
acordándose de su misericordia,
como había prometido a nuestros padres,
a Abrahán y descendencia para siempre.

Demos gloria a Dios porque Él es nuestro Padre,
y a su Hijo que murió para salvarnos,
y al Espíritu que habita entre nosotros,

ahora y siempre por los siglos infinitos.