Meditación Lc 6, 27-38: "Amen a sus enemigos"
Este texto tiene la intensión de que reserves unos 30 a 40 minutos de intimidad con el Señor. Esta meditación guiada te ayudará entrar en contacto con Jesús a través de la Gracia y tu imaginación.
FE Y RAZÓN
Daniel Villanueva
2/20/20259 min read


En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo…
Lector 1
Desarrollada por San Ignacio de Loyola, esta forma de oración invita a utilizar la imaginación para entrar en las escenas bíblicas, no solo como un observador, sino como un participante activo.
San Ignacio creía que, al involucrar los sentidos y la imaginación, el Espíritu Santo puede conducirnos a una experiencia viva y personal de la Palabra de Dios. Imaginando los lugares, escuchando las voces y percibiendo las emociones de los personajes bíblicos, podemos sentir la presencia de Jesús de manera íntima y real.
La imaginación, iluminada por el Espíritu, se convierte en puerta hacia la gracia, revelando aspectos de nuestra vida que necesitan sanación, conversión o mayor amor.
Abramos nuestro corazón y dejemos que el Espíritu Santo nos guíe en esta experiencia de amor divino y perdón sin límites.
Para esta meditación, permaneceremos sentados en una postura que permita el silencio interior y la apertura espiritual. La postura adecuada ayuda a mantener la atención plena y a entrar en la presencia de Dios con respeto y amor.
Postura para la Meditación
Lector 2:
1. Elección del Asiento
Busca una silla cómoda, pero no acogedora.
No te recuestes completamente en el respaldo; busca una postura erguida y atenta, que te mantenga despierto y presente.
2. Posición del Cuerpo
Pies firmes en el suelo: Coloca ambos pies bien apoyados en el piso, separados al ancho de las caderas. Esto simboliza tu arraigo en la realidad presente.
Espalda recta: Mantén la columna erguida, como si una cuerda tirara suavemente de tu cabeza hacia el cielo. Esto ayuda a una respiración profunda y tranquila.
Hombros relajados: Déjalos caer naturalmente, evitando la tensión.
Cabeza ligeramente inclinada: Inclina suavemente la cabeza hacia adelante, en actitud de recogimiento.
3. Manos y Brazos
Coloca tus manos suavemente sobre tus muslos, con las palmas hacia arriba en señal de recepción y apertura a la gracia de Dios.
Alternativamente, puedes entrelazar suavemente tus dedos o dejarlas caer con naturalidad, sin tensión.
4. Cierre de Ojos y Respiración
Cierra suavemente los ojos para enfocar tu interior y evitar distracciones.
Respira profundamente: Inhala lenta y profundamente por la nariz, siente cómo el aire llena tu abdomen.
Exhala suavemente por la boca, soltando preocupaciones y tensiones.
Repite esta respiración consciente unas tres veces, dejando que tu cuerpo y mente se calmen.
5. Actitud Interior
En esta postura, estás frente a tu Creador, en actitud de humildad y amor.
Toma conciencia de Su presencia. Imagina que Él está frente a ti, mirándote con amor.
Disponte a escuchar su Palabra con un corazón abierto, dejando que el Espíritu Santo guíe tu imaginación y oración.
6. Silencio y Preparación Espiritual
Permanece en silencio unos momentos, permitiendo que tu cuerpo y mente entren en armonía y calma.
Entrégale a Dios tus preocupaciones y abre tu corazón a lo que Él quiera revelarte hoy.
Prepara el terreno
Lector 1:
Hoy, en esta noche, el Señor te invita a entrar en su presencia.
Toma conciencia de frente a quién estás.
Él es el mismo que creó el cielo y la tierra, el que existe desde siempre y te ha llamado a la vida.
Desde la eternidad, ha pensado un proyecto para ti; te ha soñado, te quiere feliz, te quiere con Él.
Él es el mismo que llamó a Moisés mientras estaba ansioso por sus preocupaciones cotidianas de la vida.
Le pidió quitarse las sandalias para entrar en su presencia, descalzarse de su orgullo, miedos, ambiciones e incapacidades…
Descálzate tú también.
Permítete tocar la realidad y estar en este momento. Aquí y ahora.
Pisa bien y fuerte. Estás frente a tu Creador, tu Señor, tu Amante.
Él está aquí esperando con ansias, tu amor, un momento de tu atención.
Momento de silencio -
TODOS:
Aquí estoy, Jesús.
Creo firmemente que estás aquí.
Que me ves.
Que me oyes.
Que estás aquí.
Te agradezco que me permitas estar hoy delante de ti.
Dame la gracia de estar aquí.
Dame tu gracia para escucharte y hacer con fruto este ratito de adoración.
Envía, Señor, tu Espíritu para estar atento a tus mociones, afectos e inspiraciones.
Momento de silencio - Canto de invocación al Espíritu Santo -
MONITOR 2:
Utiliza tu imaginación. Cierra los ojos y respira profundo. Concéntrate en tu respiración. Inhala y exhala. Siente el latido de tu corazón.
Momento de silencio -
Estamos con Jesús en una montaña. Nosotros, sus discípulos, estuvimos con Él toda la noche.
¿Cómo es la montaña?
¿Hace frío? ¿Qué puedes ver ahí? ¿Qué aromas hay?
¿Hay una fogata? ¿Tenemos tiendas o estamos bajo las estrellas?
(Momento de silencio)
Aunque no sabíamos qué hacía, intuimos que el Maestro estuvo orando, como le gusta hacerlo en soledad.
Nosotros nos fuimos a dormir.
Muy de mañana nos levantó a todos. Y de entre nosotros seleccionó a doce, ¿estás tú entre ellos?
Empezó a llamarnos por nuestro nombre y ponernos “apodos”:
A Simón le llamó primero y le puso “Piedra”.
Luego, a Andrés, Santiago, Mateo…
Escúchalo.
¿Cómo es su voz?
¿Qué otros nombres está diciendo?
¿Dijo tu nombre?
¿Te puso algún sobrenombre?
Pregúntale por qué.
(Momento de silencio)
El día está avanzando. Aunque todavía es temprano, Jesús nos pide que bajemos de la montaña.
En el camino, el Maestro está platicando de algunos temas variados.
¿Qué es lo que te dice?
¿Te preguntó cómo pasaste la noche o si tuviste frío?
¿Acaso te cuenta por qué le gusta cambiar el nombre de sus amigos?
(Momento de silencio)
La conversación sigue avanzando, pero cada vez se pone más interesante. Entonces, noto que el Maestro se empieza a emocionar y lo que habla cada vez se hace más serio.
Cuando llegamos al pie de la montaña, había muchísima gente que ya nos estaba esperando.
Algunos estaban cansados porque habían venido desde Jerusalén.
Esas personas son muy religiosas y un tanto creídas, según, porque tienen el Templo.
Hay otras que vienen de más lejos, de Tiro y Sidón.
Muchas de estas últimas no son muy religiosas, es más, algunas coquetean con cambiarse de religión.
Había personas enfermas, otras que parecían como endemoniadas… y en cuanto lo vieron, se abalanzaron contra Él para intentar curarse.
Pero antes de que llegaran, Jesús posó su mirada en nosotros.
¿Cómo es su mirada?
¿Qué sentimientos tendría su mirada al ver tanta gente?
(Momento de silencio)
Entonces, vio una llanura y fuimos hacia allá. Aún era temprano, entonces el sol no era tan molesto.
¿Cómo estaba el clima?
¿Había pasto en la llanura?
¿Cuánta gente había?
¿Cómo hiciste para que la gente se calmara?
Todos nos sentamos y Jesús comenzó a hablar:
(Escucha su voz)
¿Está hablando fuerte?
¿Qué tono tiene?
¿Hacia dónde se dirige y dónde está su mirada?
¿Jesús mueve sus manos?
LECTOR 3:
“Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.
Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida conque midan, serán medidos’’
Lc 6, 27-38
Monitor 2:
Cierra los ojos e imagina la escena.
Estás con Jesús en una llanura. A tu alrededor hay una multitud que ha venido de distintos lugares.
Algunos están cansados del viaje, otros expectantes de las palabras del Maestro.
Observa el lugar:
¿Cómo es el paisaje? ¿Hay pasto? ¿Hace frío o calor?
¿Cómo es la multitud? ¿Qué rostros ves? ¿Qué emociones percibes?
(Silencio 1 minuto)
Mira a Jesús:
Está de pie, mirando con compasión a todos. Su voz es clara y serena.
Observa sus gestos, su mirada llena de amor.
Él empieza a hablar… y sus palabras van directamente a tu corazón.
“Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian…”
¿Cómo te hace sentir esta invitación?
¿Hay alguien en tu vida a quien te cuesta amar?
(Silencio 2 minutos)
Jesús sigue hablando:
“Traten a los demás como quieren que los traten a ustedes.”
¿Cómo tratas a los demás?
¿Qué actitudes necesitas cambiar?
(Silencio 2 minutos)
Vuelve a leer, en silencio y con pausa, las palabras de Jesús.
Monitor 1:
Permite que las palabras de Jesús resuenen en ti.
“Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.”
¿Cómo puedes ser más misericordioso en tu vida diaria?
¿Quién necesita tu perdón o tu comprensión hoy?
(Silencio)
Jesús te invita a un amor más grande.
“No juzguen y no serán juzgados. Perdonen y serán perdonados.”
¿A quién necesitas perdonar?
¿Hay alguien a quien has juzgado duramente?
(Silencio)
“Den y se les dará… porque con la misma medida con que midan, serán medidos.”
¿Qué te está pidiendo Jesús que des hoy?
(Silencio)
CANTO -
Meditación
LECTOR 2
Hoy, el Señor nos invita a profundizar en una de las enseñanzas más desafiantes del Evangelio: amar a nuestros enemigos.
No es una opción ni una sugerencia, sino un mandato directo de Jesús para aquellos que eligen escuchar su voz y seguirlo como discípulos.
Este llamado al amor radical parece ir más allá de nuestras fuerzas humanas. Sin embargo, Jesús no nos deja solos en esta tarea.
Él mismo se hizo hombre no solo para enseñarnos el camino, sino para transformarnos desde dentro y hacer posible lo que parece imposible:
Amar como Él ama.
Las palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas (Lc 6, 27-38) nos recuerdan que este amor es un don que recibimos del Padre a través de Cristo y su Espíritu Santo. El papa Francisco dice:
«Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen» (versículos 27-28) ). Y esto no es una opción, es un mandato. No es para todos, sino para los discípulos, que Jesús llama “a ustedes que me escuchan”. Él sabe muy bien que amar a los enemigos va más allá de nuestras posibilidades, pero para esto se hizo hombre: no para dejarnos así como somos, sino para transformarnos en hombres y mujeres capaces de un amor más grande, el de su Padre y el nuestro. Este es el amor que Jesús da a quienes lo “escuchan”. ¡Y entonces se hace posible! Con él, gracias a su amor, a su Espíritu, también podemos amar a quienes no nos aman, incluso a quienes nos hacen daño.
Entra en Oración
A DOS COROS:
Si puedes mantener tu fe cuando los que te rodean la pierden y buscan algo nuevo;
si puedes pararte con más firmeza cuando te desprecian por necio y anticuado;
Si puedes poner tu mano en la de Cristo,
y al sentir las marcas de las cicatrices sobre tu palma,
de buena gana dices «amén» a lo que Dios permite en tu vida,
o cambias el suspiro por un salmo de gozo;
Si puedes soportar la acusación injusta,
sin murmuración ni pensamientos de venganza;
llegar a perder derechos y reputación,
porque su gloria es lo único que buscas;
Si puedes morir como Jesús en el Calvario
y volver a vivir en el poder de la resurrección;
si puedes reclamar la última victoria,
por la gracia de Dios y descansar en su triunfo;
TODOS:
Si Jesús es tu tesoro más preciado,
y puedes entregarle tus pensamientos,
temores y desagrados;
entonces la vida es tuya, su bendición es sin medida,
y, lo que es más, recibirás la corona de victoria sin fin.
Poema tradicional
Hch 23, 1-22
Oración final
Gracias, Señor, por tu Palabra viva.
Gracias por este tiempo de oración.
Ayúdame a llevar tu mensaje en mi vida diaria.
Dame la gracia de vivir en el amor que hoy me has enseñado.
Padre Nuestro...
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