El Tabor y la Cruz: Dos caras de un mismo Misterio. Homilía dominical 16 de Marzo
Bajar del Tabor y acompañar a Cristo hacia la Cruz transforma el sufrimiento en esperanza. Una reflexión profunda sobre el sentido de la Cuaresma y la alianza divina.
FE Y RAZÓN
Juan Antonio De Luna Chávez
3/16/20253 min read


El primer domingo de Cuaresma nos enfrenta a las tentaciones de Jesús (Lucas 4:1-13), mientras el segundo domingo nos eleva al monte Tabor con la Transfiguración (Lucas 9:28-36). Este contraste no es casual. La Iglesia une ambos momentos para revelar una verdad: la gloria divina y la Cruz son partes inseparables de la alianza de Dios.
Jesús muestra su divinidad en el Tabor para fortalecer la fe de los apóstoles ante el escándalo de la Cruz. Como muestra el Evangelio, les mostró su gloria para que, al verlo crucificado, no dudaran. La Cuaresma nos llama a vivir esta misma dinámica: contemplar el cielo para caminar con esperanza hacia el Calvario.
La Alianza de Dios: Fuego que Sella la Promesa
En la primera lectura (Génesis 15:5-18), Dios pacta una alianza con Abraham. Un fuego desciende y consume las ofrendas, sellando su promesa de salvación. Este acto simboliza la fidelidad divina: Dios nunca abandona a su pueblo, incluso cuando el pecado nos aleja.
La sangre de Cristo es el nuevo sello de esta alianza. Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica: «La Cruz es el sacrificio único que da su sentido definitivo a la alianza» (CIC 613). Jesús no evade el sufrimiento: lo asume para darle un valor eterno.
El Sufrimiento: ¿Castigo o Camino de Salvación?
La cultura actual rechaza el dolor, pero Cristo lo transforma. Muchos piensan: «Si sufro, Dios me castiga». Jesús desmiente esto. En la Cruz, el sufrimiento se convierte en puerta de redención. Como dice el Papa Francisco: «Dios no nos libra del dolor, pero lo acompaña con su amor» (Audiencia, 2020).
El Prefacio de la Misa de la Transfiguración lo resume: «Mostraste tu gloria para que entendieran que el camino de la gloria pasa por la Cruz». La Resurrección confirma que el dolor no es el final: es un tramo hacia la vida eterna.
La Tentación de Huir de la Cruz
Pedro, en el Tabor, quiere construir tiendas y quedarse (Lucas 9:33). Representa nuestra tendencia a buscar un cristianismo sin Cruz. Preferimos un Jesús sin sangre, un Dios cómodo. Pero Cristo nos corrige: bajar del monte es esencial.
La Cuaresma nos desafía a no evadir el sacrificio. San Pablo lo advierte: «Muchos viven como enemigos de la Cruz de Cristo» (Filipenses 3:18). Abrazar la Cruz no es masoquismo: es amor que redime. Como los santos, debemos verla como llave del cielo.
Los Santos: Testigos de que el Sufrimiento tiene Sentido
Los santos entendieron este misterio. Santa Teresa de Calcuta decía: «El sufrimiento es un regalo si lo unes a Cristo». San Juan Pablo II, en su enfermedad, testificó: «El dolor santifica cuando lo ofreces por amor».
Job, tras perderlo todo, proclama: «El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea su nombre» (Job 1:21). Estos ejemplos nos enseñan que la esperanza cristiana no niega el dolor: lo transfigura.
Cuaresma: Tiempo para Bajar del Tabor y Servir
La Transfiguración no es un escape, sino un impulso para actuar. Tras bajar del monte, Jesús sana a un endemoniado (Lucas 9:37-43). La Cuaresma nos llama a imitarlo: ayunar, orar y dar limosna no son rituales vacíos, sino gestos que nos unen a la Cruz.
San Basilio Magno lo resume: «No basta subir al Tabor; hay que bajar al valle a servir». La fe auténtica no se encierra en lo místico: se ensucia en el servicio al hermano que sufre.
Cruz y Esperanza, un Camino hacia la Pascua
Bajar del Tabor duele, pero es el único camino hacia la Pascua. La Cuaresma nos recuerda que, como dice el Salmo: «Los que siembran entre lágrimas, cosecharán con alegría» (Salmo 126:5).
Cristo no elimina nuestras cruces: las ilumina. Acompañarlo hacia el Calvario es aprender que el sufrimiento, unido a Él, nos acerca al cielo. Como enseña San Agustín: «En la Cruz está la escuela del amor». Que esta Cuaresma nos encuentre firmes, caminando con esperanza hacia la Luz.
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